Ser inmune significa estar protegido. Por lo tanto, tiene sentido que el sistema corporal que ayuda a combatir las enfermedades se llame “sistema inmunitario”. El sistema inmunitario está formado por una red de células, tejidos y órganos que funcionan conjuntamente para proteger al cuerpo.
Los glóbulos blancos, también llamados "leucocitos", forman parte de este sistema de defensa. Existen dos tipos básicos de estas células encargadas de combatir a los gérmenes:
- Los fagocitos, que devoran a los gérmenes invasores.
- Los linfocitos, que permiten que el cuerpo recuerde a los invasores y los reconozca si lo volvieran a invadir.
Los leucocitos se encuentran en muchos lugares, como el bazo, un órgano que se encuentra en el vientre y que se encarga de filtrar la sangre y ayudar a luchar contra las infecciones. Los leucocitos también se encuentran en la médula ósea, que es una gelatina espesa y esponjosa ubicada dentro de los huesos.
O sea que cuentas con un excelente sistema que te protege. ¿Pero ese sistema es suficiente para evitar que te pongas enfermo? Bueno, todo el mundo se pone enfermo de vez en cuando. Pero el sistema inmunitario nos ayuda a recuperarnos y a volvernos a encontrar bien. Y, si te has puesto todas tus vacunas, tu cuerpo está más que preparado para luchar contra las enfermedades graves que al sistema inmunitario le costaría mucho combatir. Por ejemplo, si te pones la vacuna contra el sarampión y te expones alguna vez a esa enfermedad, estarás protegido y no te contagiarás.
Los niños sanos pueden ayudar a sus sistemas inmunitarios lavándose las manos con frecuencia para prevenir posibles infecciones, comiendo alimentos saludables y nutritivos, haciendo abundante ejercicio físico y sometiéndose a revisiones médicas regulares. Y, si hoy te encuentras bien, ¡agradéceselo a tu sistema inmunitario!