Estás corriendo con un amigo, partiéndote de risa, cuando de repente tropiezas con una piedra y te caes al suelo. Cuando te levantas, notas que te sangra la rodilla. Pero mientras intentas averiguar de dónde ha salido esa piedra, la sangre del corte en tu rodilla está ya ocupada creando una costra.
En cuanto te haces un rasguño o te lastimas la piel de cualquier parte de tu cuerpo, unas células sanguíneas especiales llamadas plaquetas se preparan para intervenir. Las plaquetas permanecen juntas como un pegamento en el corte, formando un coágulo. Este coágulo es como un vendaje protector sobre el corte que evita que fluyan más sangre y otros líquidos al exterior. Él coágulo también está lleno de otras células sanguíneas y de un material fibroso llamado fibrina, que ayuda a mantener la estructura del coágulo.
Estás en casa, bien limpio y ya no sangras más. Pero siguen pasando más cosas en tu rodilla. A medida que el coágulo empieza a endurecerse y a secarse, se va formando una costra. Las costras suelen tener aspecto de corteza y son de un color rojo oscuro o marrón. Su función es proteger el corte manteniendo alejados a los gérmenes y otras cosas y ofreciéndole a las células de la piel de debajo la oportunidad de cicatrizar.
Si observas una costra, probablemente sólo parecerá una gota dura y de color rojizo. Pero bajo la superficie, ¡suceden muchas cosas! Se están fabricando nuevas células de la piel para ayudar a reparar la piel rasgada. Los vasos sanguíneos dañados están siendo reparados. Los glóbulos blancos, los que ayudan a combatir infecciones y previenen enfermedades, trabajan atacando cualquier germen que haya podido entrar en el corte. Los glóbulos blancos también se deshacen de cualquier célula muerta de la sangre o de la piel que pueda estar aún alrededor del corte. Cuando todo termina, se ha fabricado una nueva capa de piel.
Con el tiempo, la costra se cae para revelar la nueva piel. Esto normalmente ocurre por sí solo al cabo de una semana o 2. Aunque puede ser difícil no rascarse una costra, deberías intentar no tocártela. Si te rascas o arrancas la costra, puedes deshacer la reparación y desgarrar de nuevo la piel, lo que significa que probablemente tarde más tiempo en cicatrizar. Incluso te podría quedar una marca. Así que deja la costra en su lugar -¡tu piel te lo agradecerá!