Sácate el chupetín de la boca y seguro que la ves. Despiértate después de babear en la almohada y la sentirás. Correcto, es la saliva.
La saliva es un líquido claro que se fabrica en tu boca las 24 horas del día, cada día. Está formada sobre todo de agua y además de unas cuantas sustancias químicas. Esta cosa resbaladiza la producen las glándulas salivales. Estas glándulas se encuentran en el interior de cada mejilla, en el fondo de la boca, y debajo de la mandíbula justo en la parte frontal de la boca. ¡Estas producen alrededor de 2 a 4 pintas (o alrededor de 1 a 2 litros) de saliva en la boca todos los días!
La saliva es genial por muchas razones. La saliva humedece los alimentos y hace que tragarlos sea más fácil. Sin la saliva, ese sándwich de queso fundido sería seco como el desierto y difícil de tragar. También ayuda a la lengua permitiendo que puedas sentir los gustos. Una lengua seca no puede decir qué gusto tienen las cosas -necesita a la saliva para mantenerse humedecida.
La saliva ayuda en el proceso de la digestión. Antes de que los alimentos lleguen a tu estómago, la saliva empieza a descomponerlos mientras aún están en tu boca. Esto lo hace con la ayuda de las enzimas, unas sustancias químicas que se encuentran en la saliva. Descomponer de esta forma los alimentos le facilita un poquito el trabajo a la lengua -así puede empujar más fácilmente hacia la garganta los alimentos masticados.
La saliva limpia también el interior de la boca y enjuaga los dientes para mantenerlos limpios. (Pero recuerda que la saliva no es suficiente para mantener tus dientes en perfecta forma; ¡aún necesitas cepillártelos y pasarles hilo dental!). Las enzimas de la saliva también ayudan a combatir las infecciones de la boca.
La mayoría de niños en edad escolar tienen justo la cantidad adecuada de saliva. A veces una persona puede no tener suficiente saliva, pero esto es normalmente resultado de ciertos medicamentos o tratamientos, algunas clases de enfermedades, o la edad avanzada.